Reloj

 

martes, 2 de octubre de 2012

EL HOMBRE QUE CUENTA LOS BUSES

 La ciento ochenta y siete, diez minutos…listo gracias. Suenan fuerte las monedas en la palma de la mano, deben ser de cien porque las de quinientos emiten un leve sonido, el hombre vuelve y apunta la nueva ruta, cotrander, la dos treinta.
El busetero vive de la misericordia del patrón, pero este hombre vive de la misericordia del busetero que le da un poco de dinero a cambio del tiempo, un reloj es su herramienta de trabajo, un buen reloj es el que le da la papa a este señor. Esta mañana lo volví a ver, aquel hombre, que a mi parecer no pasa los cuarenta años, amaneció sentado en la banca de la esquina, más exactamente en la novena con diecinueve, ayer tenía el periódico en la mano, hoy, un tinto bien caliente y bajo su brazo, una libreta llena de mugre y  tachones.
Siempre me pregunto cuál es la rutina de ese hombre, al que le he llamado el contador de buses, ese que tiene la frente arrugada, ¿tendrá hijos?, ¿cinco bocas que alimentar?, ¿será soltero?, o un pobre señor esclavo de la soledad que busca el pan de cada día por medio de gritos a los conductores de transpiedecuestas, todas estas hipótesis dan cuenta del valor que cada individuo le da a dicho trabajo, porque si este tiene una familia, me imagino lo duro que tiene que ser mantener ya sea uno o dos hijos a punta de monedas, la verdad no sé cuánto gana, lo que sé es que no debe ser mucho, es un trabajo agobiante, lo digo por la expresión del rostro del contador.
 Recuerdo que yo trabajé un día repartiendo volantes publicitarios en una calle de florida, ese día llovió mucho, sé lo que se siente estar la mayor parte del tiempo de pie, estar tan solo esperando ser determinado, aguantar las inclemencias del clima y  la mala cara de los demás, no llevaba una hora y ya me quera ir para la casa, no aguantaba más, fue el día más largo de mi vida. Cuando recuerdo al tipo de los buses y su empleo me da alegría y lo asocio con esa anécdota de mi vida,  pienso que la gente así merece cosas buenas, que todo sacrificio tiene su recompensa y que un trabajo como este que parece ser tan simple pero que a la vez es tan complejo, le da un beneficio a dos partes que componen esta sociedad, la disputa de dos conductores por un pasajero y el medio por el cual una persona quiere darle un buen futuro a un ser querido. Tal vez me estoy formando un gran cuento, una película de pronto ficticia, pero sé que en muchos lugares de Colombia esta es una realidad y vale la pena darle un reconocimiento.
Antier cuando bajé de la universidad, empecé a observarlo discretamente, estaba con un señor que vende dulces ahí más arriba de la universidad Santo Tomás, y me pareció que ese era su momento de ocio y esparcimiento por no decir que la hora de la gloria, porque es lo único que le entretiene, las veces que he pasado tiene una cara de malgenio monumental y solo se limita a mirar hacia arriba preparando sus piernas para la carrera en la que el  gran trofeo termina siendo un par de monedas. Cuando está con alguien las cosas cambian, risas vienen y risas van, la conversación parece ser amena, me gusta ver a las personas felices, de buen semblante, yo pienso que la energía es contagiosa, yo pienso que las ganas de trabajo es una cadena de beneficios en los que tenemos que cumplir con el deber pero también exigir nuestros derechos.

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